«Mi tío Albino, el Papa que se sentía “el cartero de Dios”»
En vísperas de la beatificación en San Pedro, la Brújula recogió el testimonio del hijo del hermano del Papa Juan Pablo I: “Era una persona que vivía entre el cielo y la tierra, deseoso de evangelizar, de comunicar a Cristo a todos. Por eso puso en primer lugar la enseñanza del Catecismo, creía que era la base de la fe”. “Su vida nos enseña que es posible vivir como cristianos incluso en las circunstancias más difíciles”.
«Era una persona que vivía entre el cielo y la tierra… Tenía las ideas claras de lo que significaba ser Papa, lo que significa el papado para la Iglesia. Decía: “El Papa es el verdadero representante de Dios en la tierra, debe conocer a Dios para llevarlo a los demás”».
En la víspera de la ceremonia de beatificación del Papa Juan Pablo I, el 4 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, la Brújula Cotidiana habló con Giovanni Luciani, segundo hijo del hermano del Papa, Edoardo. “Viví con el Papa durante diez meses”, dice con orgullo. Era estudiante en la Universidad de Padua cuando su tío, entonces patriarca de Venecia, le pidió que fuera su chofer y ayudante hasta que su secretario personal aprobara el examen de conducir. La conversación transcurre alegremente entre recuerdos personales y risas frecuentes. Su voz alegre pero vigorosa engaña, por teléfono suena mucho más joven de sus 74 años. Actualmente vive en Canale d'Agordo, en la misma modesta casa familiar donde nació y creció Albino Luciani. Describe los hechos pasados como si fueran ayer, dando una imagen viva del hombre nacido para ser Papa por sólo 33 días.
¿Cómo describiría a su tío?
Era una persona entre el cielo y la tierra. Tenía una fe profunda y era muy devoto de Nuestra Señora. Maduro, manso, muy culto, muy decidido en las cosas que quería lograr. En una palabra, era humilde. Encarnó su lema, Humilitas. Me refiero a la humildad en su verdadero sentido cristiano. Papa Luciani era plenamente consciente de quién era: nadie sin Dios y sin estar a su servicio, “el cartero de Dios”, como él mismo se definía.
¿Qué consideraba su deber?
Toda su vida se caracterizó por el impulso hacia la evangelización y la enseñanza del catecismo. Creía que el catecismo era la base de la fe y que fuese especialmente importante que los niños lo aprendieran para que pudieran vivir su fe de manera madura como adultos. Al mismo tiempo, le gustaba conversar. Era muy sensible a lo que estaba pasando en la vida de las personas, a sus dificultades y problemas. Esto promovió su enseñanza. Cristo presente en los problemas cotidianos de la vida, debía ser comunicado con palabras sencillas y llegar al corazón de las personas. Decía que nadie debía salir de la Iglesia, incluida la viuda anciana con educación limitada, sin entender lo que se dijo en la homilía. A menudo invitaba a un niño a pasar al frente y le hablaba del Evangelio o de la vida. Hablaba con los niños para llegar a los adultos. Tomó el Evangelio literalmente, si no nos volvemos como niños no entraremos en el reino de los cielos. Pero este método a veces ha sido malinterpretado. Cuando llegó a ser Papa fue criticado por su forma sencilla de hablar y algunos pensaron que no era culto; en cambio, era muy educado y culto. Pero fue extremadamente moderno, un Papa adelantado a su tiempo.
¿Qué significa para la familia Luciani tener un miembro que llegó a ser Papa y ahora también beato?
No cambia nada. La vida de Albino fue un milagro y siempre fue para nosotros un signo de la Providencia. Durante el tiempo que nació no todos los niños sobrevivieron, muchos murieron. Mi tío pertenecía al grupo de los que suelen morir muy jóvenes. Su salud era frágil y no había los medicamentos que tenemos ahora. Sufría de neumonía y pleuresía y pasaba temporadas en el hospital. Su salud lo ha afectado toda su vida. Cuando Juan XXIII se convirtió en Papa y dijo que quería nombrar obispo a Albino, recibió una carta que desaconsejaba su ordenación por motivos de salud. A pesar de esa recomendación, se le ordenó. Su vida es un testimonio de cómo los planes de Dios desafían la lógica humana. No solo se convirtió en obispo, se convirtió en cardenal y papa. Su vida es un testimonio vivo de que lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.
Sin embargo, murió repentinamente, después de solo 33 días. Esto ha dado lugar a sospechas de complots oscuros y denuncias de conspiración. ¿Cómo afrontó su familia ese momento?
Fue afrontado con la misma confianza en la Divina Providencia con la que vivimos su ascenso al papado. Debía morir joven y por la gracia de Dios sobrevivió porque su vida tenía un propósito en el plan de Dios, murió de la misma manera, Dios lo llamó. Cuando murió, nos dijeron lo que había sucedido. Algunos dicen que tuvo un infarto, pero nunca tuvo problemas cardíacos, su corazón era fuerte. En cuanto a los rumores de que había sido envenenado, (ríe de corazón) eso también fue inventado. El obispo John Magee, que entonces era el secretario privado de mi tío y el primero en pedir ayuda después de que la monja que le llevaba el café de la mañana lo encontrara muerto, me dijo que una vez estuvo en el aeropuerto y se encontró con David A. Yallop, el autor de “In God's Name: An Investigation into the Murder of Pope John Paul I” (En el nombre de Dios: una investigación sobre el asesinato del Papa Juan Pablo I), publicado en 1984 por Bantam Books. La historia del envenenamiento nació de él, por lo que Magee le preguntó de dónde había sacado las pruebas de las acusaciones que hizo en su libro. Y el autor respondió: “También debes inventar algo cuando escribes un libro para vender”. La gente tiene una imaginación viva, no hay conspiración. Murió de forma natural.
Mucho se ha escrito sobre su tío. Pensando en esos diez meses que vivió con él, ¿cuáles son los recuerdos personales que más le impactaron?
Su fe devota. Dios tenía el primer lugar en su vida. Se levantaba a las 5.30 y comenzaba a rezar. Luego celebraba misa, desayunaba y tenía su primera cita a las 7:00 am. Rezaba constantemente y era particularmente devoto del rosario. Se confesaba regularmente. Una vez lo llevé a confesarse con los monjes cistercienses. Al salir me dijo: “Ellos tienen una relación exclusiva con Dios, yo fui llamado a ser misionero de Dios para enseñar religión a la gente”. Siempre quiso estar entre la gente y buscaba constantemente la mejor manera de comunicar una reflexión cristiana sobre los problemas de la época. Tenía las ideas claras sobre lo que significaba ser Papa, lo que representaba el papado para la Iglesia. Decía: “El Papa es el verdadero representante de Dios en la tierra, debe conocer a Dios para llevarlo a los demás”. Rezaba para conocer a Dios.
¿Hay algo más que le impactó?
Su sonrisa y su carácter amable. Era una persona encantadora, siempre sonriente. Era su naturaleza, pero también el fruto de su fe. Por supuesto, cuando debía discutir problemas o asuntos serios y se ponía muy serio. Pero, al final, decía “Es así”, y sonreía. Cada acontecimiento, por malo que fuera, estaba definido por el mensaje cristiano y eso significaba que siempre había motivos para la esperanza. Esto también es algo que debemos recordar hoy.
Entonces, nunca perdía el tiempo, siempre estaba ocupado. Piense que cuando quería levantarse de la mesa al final de la comida, vertía su café (expreso) en el platico para que se le enfriara rápidamente y se lo bebía de allí.
Además, se interesó concretamente por los enfermos, los presos y los pobres. A menudo lo llevaba a visitar a personas que le habían dicho que tenían hambre o que se encontraban en grave dificultad financiera. Les llevaba comida y dinero, pero siempre insistía en que no se lo debía decir a nadie. Eran indigentes, vagabundos, familias pobres. Por supuesto, también vitaba el hospital y la prisión.
Pero siempre encontraba tiempo para su familia. Celebró mi boda y siempre se mantuvo en estrecho contacto con todos nosotros. Mantuve una relación constante con él incluso después de que dejé de ser su chofer. Fue un hombre que dio a los pequeños gestos todo su sentido: llevar a Cristo a los demás.
Vivimos un momento histórico difícil, con las consecuencias de la pandemia del Covid, la guerra en Ucrania que amenaza con extenderse, la inflación en aumento y la pobreza que se avecina. ¿Qué mensaje trae hoy al mundo la beatificación del Papa Juan Pablo I?
Es posible vivir tiempos difíciles como cristiano. Papa Luciani creció en tiempos muy difíciles, sabe lo que significa sufrir la guerra, la pobreza, la mala salud, la tragedia. Creció después de la Segunda Guerra Mundial y vivió la crisis política de 1978. Llegó a ser Papa el mismo año en que el jefe del gobierno italiano, Aldo Moro, fue asesinado por los terroristas de las Brigadas Rojas. Fue testigo de la aprobación de las leyes de divorcio y aborto. Decía: “Si las personas sienten la necesidad de estas cosas, entonces algo salió mal antes, necesitan a Cristo”. Cristo es la respuesta que la gente necesita.