Los intereses humanos
Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios. (Lc 9,62)
Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios». (Lc 9,57-62)
El elemento común a todos los pecados es la idolatría, en particular esa en la que ponemos nuestro “yo”, nuestra voluntad, en lugar de la de Dios, decidiendo cada vez en base a comodidad e instintos. Por ese motivo Jesús no acepta entre sus discípulos a quienes están acostumbrados a anteponer los intereses humanos a la voluntad de Dios. Debemos siempre poner a Dios en primer lugar para, así, poder amarlo con todo el corazón.