Santo Tomás por Ermes Dovico
REPORTAJE

Líbano: cristianos aterrorizados por los yihadistas y los ataques israelíes

Miedo a los atentados en la comunidad cristiana del Líbano, después de que Siria exporte yihadistas a través de una frontera porosa. Mientras tanto, en el sur continúan los ataques israelíes y aumenta la presión para conseguir el desarme de Hezbolá.

Internacional 02_07_2025 Italiano English

Es domingo en Achrafie, barrio cristiano de Beirut, lugar de residencia de toda la vida de la clase media-alta beirutí. Frente a una de las numerosas iglesias de la zona, esperando a los fieles que acuden a la misa de las once y media, hay una novedad: dos soldados vigilan la entrada del edificio. La iglesia, bastante grande, está llena sólo un tercio de su capacidad, sobre todo de personas mayores de cincuenta años; cuatro niños monaguillos que ayudan al sacerdote bajan la media de edad de los presentes. A mitad de la misa, el celebrante se inquieta: desde el altar ha visto a un hombre entrar en la iglesia sin santiguarse. No deja traslucir nada a los fieles, pero con un gesto envía al sacristán a echar un vistazo. El hombre se detiene un momento al fondo de la iglesia, luego finalmente se hace la señal de la cruz y sale. Peligro evitado por esta vez.

Tras el atentado del domingo 22 de junio contra la iglesia ortodoxa de San Elías en Damasco que costó la vida a treinta personas, el clima entre los cristianos libaneses es tenso. La formación yihadista que reivindicó el atentado ha amenazado explícitamente con cometer otros contra los cristianos en Siria y Líbano.

Anoche, la Seguridad General nos comunicó que enviaría hombres para vigilar la iglesia durante las misas. Hemos tenido que aceptar”, confiesa el sacerdote a La Brújula Cotidiana tras la celebración. “No puedo negar que estamos preocupados. Aquí todos nos conocemos, y cuando vi a ese hombre entrar solo a misa, reconozco que pensé en lo peor. Un atentado en Achrafie sería un gran golpe para los extremistas y, como nos enseña el episodio de Damasco, no es cierto que los guardias a la entrada de la iglesia ofrezcan garantías de seguridad”. Es muy probable que el soldado que custodiaba la iglesia damascena de San Elías y que según los testimonios de los supervivientes no impidió a los atacantes entrar en la iglesia sino que cooperó en el éxito del atentado, era un soldado pagado regularmente por el Gobierno de Ahmed Al Sharaa.

Desde la toma del poder de Hayat Tahrir al Sham en Damasco, la frontera entre el Líbano y Siria se ha vuelto permeable, no solo al tradicional contrabando de personas y mercancías, sino también a los extremistas islámicos. En los últimos días, las fuerzas del orden libanesas han detenido en Trípoli a dos sospechosos afiliados al ISIS, entre ellos un hombre, cuyo nombre de combate es Qasoura, sospechoso de ser uno de los líderes de la formación islamista en el Líbano. Al mismo tiempo, las fuerzas de seguridad sirias han anunciado la detención de tres ciudadanos libaneses acusados de proporcionar apoyo logístico a los autores del atentado contra la iglesia de San Elías.

Mientras los cristianos de Beirut temen por su seguridad, los habitantes que permanecen en el sur del Líbano están al límite de sus energías. Las fuerzas de ocupación israelíes —recordemos que el ejército israelí ocupa al menos cinco posiciones en territorio libanés (quizás incluso siete) que violan los acuerdos sancionados con la garantía de la comunidad internacional— han intensificado los ataques contra la población civil del sur tras el fin de la “guerra de los doce días” con Irán. En las últimas veinticuatro horas han sido asesinados un concejal de un pueblo, un motociclista que se dirigía a su trabajo y dos mujeres, una de ellas recién casada, cuyo marido ha resultado herido. Y la lista sigue aumentando. Todas las víctimas son civiles chiítas, acusados por el ejército israelí de pertenecer o estar vinculados a Hezbolá de alguna manera.

Es interesante señalar que esta persecución coincide con el mes de luto de Ashura, en el que los chiítas conmemoran la muerte del imán al Husyain y sus setenta y dos seguidores, asesinados por las tropas del califa omeya Yazid I en el año 40 de la égida. Los rituales de la Ashura son solemnes para los chiítas y a menudo son vistos con desprecio por quienes no comparten su fe. Por cierto, el pasado 27 de junio, primer día de Muharram, mes de Ashura, varios hombres de Hayat Tahrir al Sham mataron a un anciano peregrino que visitaba el santuario chiíta de Sayyida Zeinab, cerca de Damasco, porque se negó a quitarse las ropas negras de luto típicas de la celebración.

Además de los ataques militares israelíes, el Líbano es objeto de fuertes presiones internacionales —a través del enviado estadounidense Tom Barrack— para firmar la paz con Israel y confiscar por la fuerza las armas restantes de Hezbolá como condición previa a cualquier acuerdo. A cambio, el Estado judío comenzaría a retirar “gradualmente” sus tropas del sur del país. Según Barrack, el fin de la guerra entre Irán e Israel ha abierto el camino a “una nueva paz en Oriente Medio” en el marco de los acuerdos de Abraham, a los que Siria y Líbano no pueden sustraerse. El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Sa'ar, ha anunciado oficialmente que el Estado judío pedirá a Siria que se anexione los Altos del Golán antes de poder hablar de paz.

Del mismo modo, también se pide a Líbano que cumpla los deseos israelíes, y se espera que las instituciones libanesas den una respuesta antes del 7 de julio, fecha en la que Barrack debería regresar a Beirut. Hezbolá ya se ha opuesto a un desarme total sin tener primero garantías precisas por parte de Estados Unidos de que Israel no aprovechará la situación para extermina a la población del sur. Según el medio libanés Lbc, el presidente de la Cámara, Nabih Berri, que lidera las negociaciones con Barrack en coordinación con Hezbolá, habría solicitado a EE. UU. más tiempo para poder consultar a todas las fuerzas en juego. Probablemente, el Gobierno libanés pedirá a la contraparte una incautación gradual y no total de las armas de Hezbolá, lo que, en cualquier caso, resulta extremadamente difícil de llevar a cabo. Mientras tanto, el presidente de la República Libanesa, Joseph Aoun, en su reunión con el nuevo comandante de la misión de la UNIFIL, Diodato Abagnara, ha subrayado la importancia de las fuerzas de mantenimiento de la paz en el sur del Líbano junto al ejército libanés. Aoun ha expresado su deseo de que se renueve la misión —el mandato de la UNIFIL expira el próximo mes de agosto—, pero hasta la fecha los altos cargos de la ONU no han revelado si se renovará el mandato ni, en su caso, en qué términos.