Santa Catalina de Siena por Ermes Dovico
ESCENARIOS

Las guerras de 2024 se decidirán en tres elecciones clave

No sólo es improbable que las guerras de 2023, Ucrania y Oriente Próximo a la cabeza, se resuelvan a lo largo del año, sino que los conflictos parecen recrudecerse. El desenlace estará condicionado por las elecciones en Taiwán, la UE y Estados Unidos.

Internacional 04_01_2024 Italiano English

Resolver durante este nuevo año los escenarios bélicos y de crisis heredados de 2023 ya es de por sí una tarea excesivamente ardua, pero parece que se añaden nuevos focos que complican las cosas.

La guerra de Ucrania ha marcado un antes y un después en dos años que está provocando profundos cambios globales. Más allá de los acontecimientos militares que podrían poner en serias dificultades a Kiev, los avances militares y el refuerzo de las tropas rusas (unido al rápido descenso de la ayuda occidental, que se consolidará debido a la campaña electoral estadounidense y al agotamiento de la ayuda militar que puede conceder Europa), las consecuencias globales de esta guerra se consolidarán en el nuevo año principalmente en el plano político.

El objetivo occidental de inducir al mundo a aislar a Rusia no sólo no se ha conseguido, sino que parece que los que se están quedando gradualmente aislados son precisamente Estados Unidos y Europa, primero por un rápido hundimiento del uso de las divisas (el dólar y el euro) en las transacciones internacionales, y después por una marginación del papel de Occidente en diversas zonas de crisis.

La rápida adhesión desde el 1 de enero a los BRICS+ de naciones productoras de materias primas y energía y principales potencias regionales (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán y Egipto) confirma cómo Oriente Medio se está alejando de los puntos de referencia de Occidente en términos económicos y políticos.

Una valoración que también se desprende de la guerra de Gaza, que podría extenderse a Líbano y Siria, pero en la que Israel corre el riesgo de encontrarse aislado si no pone sobre la mesa opciones políticas para el futuro de la Franja. La campaña militar sin cuartel que desea Netanyahu tiene sentido para aniquilar a Hamás y sus milicias aliadas, pero Israel no podrá luchar eternamente amenazando con implicar también a Irán sin elaborar perspectivas políticas, sobre todo si los suministros de municiones dependen cada vez más de los suministros estadounidenses, que podrían verse comprometidos o disminuir a medida que se acerquen las elecciones presidenciales. Elecciones que, independientemente de quién sea el ganador, ya están minando la confianza residual en EEUU por parte de sus aliados.

De hecho, ucranianos e israelíes corren el riesgo de pagar el precio de las campañas electorales estadounidenses, como ya les ocurrió en el pasado a vietnamitas, iraquíes, kurdos y afganos. Incluso en el tira y afloja con las milicias Houthi que atacan barcos mercantes israelíes, con destino a Israel o propiedad de armadores israelíes, Occidente corre el riesgo de encontrarse aislado y dividido. Aislado porque a la operación naval lanzada por Estados Unidos para proteger los barcos y denominada Prosperity Guardian parece que sólo se han unido un puñado de naciones y entre ellas ninguna árabe, mientras que la Unión Europea no se ha pronunciado al respecto, e Italia y Francia mantendrán sus barcos bien alejados del mando estadounidense.

Por lo demás, era difícil esperar que las naciones árabes se movilizaran contra las milicias Houthi, que también son árabes aunque chiíes, en un momento en que árabes e iraníes han hecho las paces gracias a la mediación china y se están uniendo juntas a los BRICS, sobre todo teniendo en cuenta que los ataques de los Houthi prácticamente han paralizado las actividades comerciales en el puerto israelí de Eilat. Además, algunas naciones europeas parecen haber comprendido bien el riesgo de que Estados Unidos lance un ataque contra las milicias Houthi en territorio yemení, lo que supondría un nuevo ataque occidental contra una nación árabe.

Por lo tanto, los escenarios parecen destinados a complicarse aún más, e incluso es poco probable que la crisis de Oriente Próximo sea resuelta por la inconsistente Europa o por la actual administración estadounidense, que se considera demasiado “blanda” con las posiciones israelíes y demasiado influida por las luchas electorales internas. Lo más probable es que Israel aborde una solución negociada al conflicto con Turquía, Qatar, China y Rusia.

Por otra parte, el enfrentamiento entre Occidente y el eje Rusia/China está provocando la escalada de otras crisis existentes, como la de Corea. Actualmente al régimen del Norte es más sospechoso de suministrar municiones a Rusia que de no respetar la democracia y los derechos humanos. Así, Pyongyang sigue adelante con su campaña de rearme misilístico y nuclear, que le hace capaz de golpear a Estados Unidos con bombas atómicas, algo que está causando gran inquietud en Japón y Corea del Sur, naciones en las que cada vez se habla más abiertamente de la necesidad de dotarse de armas nucleares con fines disuasorios, al no confiar en las garantías que ofrece el “paraguas atómico” estadounidense.

También se oyen tambores de guerra en el Mar de China Meridional, debido a la renovada crisis entre Pekín y Taiwán, que culminará con la votación en la isla-estado a mediados de enero, y a las crecientes tensiones en torno a los archipiélagos que se disputan entre todos los Estados ribereños, pero en particular, estos días, entre China y Filipinas.

En África, tras la expulsión de las misiones francesas y de la UE de Níger, Malí y Burkina Faso, el peso de Europa está en caída libre mientras crece la influencia turca, china y, sobre todo, rusa. Para más inri, los focos de crisis han aumentado debido al acuerdo entre Etiopía y Somalilandia, un acuerdo por el que la región somalí, que proclamó su independencia en 1991, será reconocida por Addis Abeba, de la que recibirá ayuda económica, a cambio de una salida al mar que permitirá a Etiopía utilizar 20 kilómetros de costa somalí con fines comerciales y militares (probablemente el puerto de Berbera y sus alrededores). Un acuerdo que ya inquieta a Somalia, pero que determinará el regreso a las aguas del Mar Rojo y del Golfo de Adén de la reconstituida Armada etíope, disuelta en 1996 pero que, de hecho, dejó de existir en 1991, cuando Eritrea obtuvo la independencia. Es difícil creer que el retorno del poder regional de Etiopía a unas costas ya muy desestabilizadas y disputadas de por sí vaya a tener efectos tranquilizadores en un continente que, de Sudán al Congo pasando por el Sahel, está lleno de conflictos sin resolver.

Por último, 2024 será quizás también decisivo para el futuro de la Unión Europea, sobre todo después de la desastrosa gestión de la Comisión von der Leyen que se ha mostrado incapaz de gestionar dignamente la crisis de Covid (con la sombra de graves intereses personales), así como el conflicto entre Ucrania y Rusia, donde la única posición adoptada por la UE fue totalmente favorable a Estados Unidos, con resultados económicos y energéticos devastadores que están provocando el hundimiento de la supremacía económica de Europa. La postura de partidos que impugnen abiertamente las políticas aplicadas por la UE podría revolucionar el Parlamento Europeo y allanar el camino para cambios de rumbo contundentes con una nueva Comisión. Por el contrario, es probable que el mantenimiento del statu quo contribuya al rápido declive de toda la estructura europea.

En definitiva, tres rondas electorales, primero en Taiwán en enero, luego en Europa en junio y finalmente en noviembre en Estados Unidos, influirán directamente en los equilibrios y tensiones internacionales.



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