La vacuna y los fetos abortados: La traición del Vaticano
Incluso en el Vaticano se distribuirá una vacuna para cuya fase de prueba se han usado líneas celulares de fetos abortados. Ayer mismo el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, brindó por el Día Europeo de la Vacuna hablando de “una luz que se enciende en un túnel hasta ahora muy oscuro”. Es una “campaña vacunal” en la que debemos enmarcar la decisión de no querer negar la interpretación que todos los medios de comunicación han dado al documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, que la Iglesia acepta las vacunas hechas a partir de las células de fetos abortados. Una elección muy grave que tendrá repercusiones dramáticas para la defensa de la vida.
Resumen: El pasado 21 de diciembre, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) publicó una “Nota sobre la moralidad del uso de ciertas vacunas anti-Covid-19”. Esta Nota es la respuesta a las preguntas recibidas sobre las vacunas “desarrolladas recurriendo, en el proceso de investigación y producción, a líneas celulares derivadas de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado”.
La CDF resume lo que la propia CDF y la Academia Pontificia para la Vida ya habían explicado en el pasado: el uso de estas vacunas es lícito en casos de necesidad y si no hay alternativas éticamente irreprochables, sin perjuicio de la condena del aborto y la oposición moral al “uso de líneas celulares derivadas de fetos abortados”. Y también sin perjuicio de la petición a las compañías farmacéuticas y a las agencias gubernamentales de salud para que encuentren vacunas éticamente aceptables. Punto. En los artículos anteriores hemos tratado de explicar la continuidad en principio de este documento con respecto a los anteriores a los que se refiere explícitamente.
Obviamente podemos discutir sobre la forma en la que se ha escrito este documento, se pueden discutir las prioridades expresadas por esta nota en comparación con los documentos anteriores y el contexto diferente en el que surgen (lo hacemos en otro artículo). También hay que tener en cuenta que por primera vez un documento del Vaticano declara explícitamente que no es admisible la vacunación obligatoria.
Pero dejemos todo esto a un lado por un momento. Veamos, en cambio, otro aspecto muy importante: cómo se ha recibido y comunicado el contenido del documento. En los medios de comunicación de todo el mundo el mensaje transmitido es que ha habido un cambio en la Iglesia, que ahora “juzga moralmente permisibles las vacunas desarrolladas a partir de células de fetos abortados”.
Un mensaje muy grave, aunque sólo afectara a la cuestión de las vacunas anticovid: legitimaría el uso de las que son éticamente inaceptables incluso sin el estado de necesidad y mientras se espera la autorización otras vacunas que no presentan el mismo problema (aquí está la lista de las empresas que están desarrollando vacunas anticovid y el uso o no de células de fetos abortados).
Pero la cosa es aún más grave si se tiene en cuenta que se están estudiando varios fármacos para la investigación con líneas celulares de otros fetos abortados, y que existe una fuerte presión para liberalizar la investigación sobre los embriones (algo que ya está ocurriendo en parte). El mensaje que ha se ha presentado –más allá de lo que realmente está escrito en la Nota- constituye así el cambio de tendencia de lo que la Iglesia siempre ha mantenido y un verdadero desastre en lo que respecta a la defensa de la vida.
Si se tratara realmente de resumir lo que la Iglesia siempre ha dicho sobre este tema, sería evidente -frente a la enorme manipulación e instrumentalización de un documento- una negación inmediata, rápida y clara que no deje lugar a malentendidos. Pero no ha sido así. Por parte de la Santa Sede y de la CDF sólo silencio. Y a decir verdad, no es la primera vez que esto sucede.
Pero las implicaciones de este silencio son muy graves: todos, incluidos los creyentes, acabarán pensando que la Santa Sede –y el propio Papa, que ha aprobado la publicación de la Nota- en realidad tenía la intención de despejar el camino para el uso de células de fetos abortados con fines médicos. Todo el mundo tiene derecho a pensar que ahora la ley del “fin justifica los medios” se aplica también en el Vaticano. Y esto ciertamente no puede haber escapado a la atención de quien se encarga de la comunicación del Vaticano, dado que estamos hablando de un periodista experto. El silencio en este caso -por parte de todos los organismos competentes- sólo puede ser complicidad con aquellos que conciben los fetos y embriones sólo como material biológico para ser usado a su antojo, complicidad con aquellos que atacan la vida.
Pero esto no acaba aquí por desgracia: de hecho, todo el asunto es parte de una campaña de “martilleo vacunal” del Vaticano que empezó hace meses y que dirige el propio Papa Francisco en persona, una campaña que ha contribuido no poco a revestir de mesianismo la espera de la vacuna. Incluso ayer, el día de la Vacuna para toda la Unión Europea, un triunfador monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, habló de “una luz que se enciende en un túnel hasta ahora muy oscuro” y de “un día histórico que subraya la responsabilidad de la ciencia, la política, la moral y la justicia”.
Sin embargo, las repetidas intervenciones del Papa han desplazado el tema de debate al modo de distribución de la vacuna, en vez de hablar sobre el aspecto moral, el modo de aplicación, su seguridad o su eficacia. Es decir, lo importante es que se distribuya a todos, sobre todo a los pobres, a los vulnerables. Lo ha reiterado una vez más el día de Navidad, en el mensaje Urbi et Orbi, cuando ha dicho que las vacunas son “luces de esperanza” si están “a disposición de todos”, especialmente “para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del planeta”.
Y por tanto, he aquí que en enero comenzará la campaña de vacunación en el Vaticano –tal y como ha explicado el Director de Salud de la Gobernación, Andrea Arcangeli, a Vatican News- con el producto de la farmacéutica Pfizer, que es precisamente una de las vacunas para las que se han utilizado las líneas celulares incriminadas en la fase de prueba. Sin esperar la llegada de otras vacunas “éticamente irreprochables” y sin siquiera plantear una duda sobre la necesidad real o la seguridad y eficacia reales.
Y es que, frente a los hechos, las palabras se las lleva el viento.