La “tarta” envenenada: una estrategia gay muy estudiada
La operación de la película documental “Francisco” no nació por casualidad. Comienzó hace tiempo con un director que rodó una película homosexual y fue recompensado por los críticos homosexuales, y ahora llega como estrella a la televisión de los obispos y al Vaticano, donde el Papa incluso le ofrece una tarta de cumpleaños. Los homosexuales elegidos junto al Papa no son unos cualquiera, sino militantes conocidos y discutidos. Éste es el movimiento definitivo de un lobby gay que ha tenido éxito en su intento: mostrar que la Iglesia “finalmente” ha cambiado y que el Papa ha aceptado la agenda Lgbt.
Todo estaba preparado. Las palabras del Papa no vinieron de repente de Marte y el director Evgeny Afineevsky que las difundió con un sabio juego de corte y confección no viene de Venus. Mientras todo el mundo hablaba de la apertura del Papa Francisco a las uniones civiles, él, unas horas antes, había recibido triunfalmente al director ruso-americano con una tarta de cumpleaños justo antes de la presentación de su docufilm en el Festival de Cine de Roma. A donde, evidentemente, no había llegado por casualidad, como tampoco había llegado por casualidad ante las puertas de Santa Marta para pedir y conseguir una película sobre el Papa. Y no es casualidad que se pueda emitir una película sobre el Papa sin que una multitud de trabajadores de la comunicación, personal de sala, secretarios y monseñores puedan verla, criticarla y finalmente aprobarla.
Hay una imagen que lo explica todo y que silencia de un golpe a los católicos benévolos que han normalizado lo sucedido durante estos días intentándose agarrar a cualquier cosa para justificar que, en el fondo, el Papa ha dicho que la doctrina no cambia, que ha sido engañado. Lo cual suena a intentar autoconvencerse, en todo caso. Es la foto del sucesor de Pedro reducido a una mota de polvo, con una tarta de cumpleaños en la mano, y en la que rinde homenaje al que poco después lo proyectaría al mundo con esas palabras tan perturbadoras y divagantes sobre la homosexualidad.
Un director aclamado en el Vaticano después de rodar un documental con un vago sabor coreano, donde Francisco es la estrella indiscutible de la humanidad, donde la adulación se mezcla con la instrumentalización de gestos, palabras e intenciones. Todo es un poco grotesco y constituye el toque final de un lobby gay que ha tenido éxito en su intento: mostrar que la Iglesia “finalmente” ha cambiado, que el Papa acepta la agenda Lgbt a la que nadie puede ahora oponerse. Bajo pena de exclusión de la comunidad católica, bajo pena de ser reprochado como enemigo del pueblo por ser enemigo de Francisco.
Afineevsky también es funcional para este proyecto. Por otro lado, en el Vaticano no pueden dejar de saber quién era. En 2009 rodó una película llamada “Oy Vey! My son is gay!”, una película indigesta sobre un homosexual judío que intenta ser aceptado por su familia obviamente retrógrada. Una película homosexual que fue premiada por la crítica militante con varios galardones, entre ellos el Boston LGBT Film Fest 2010 y el Charlotte Gay & Lesbian Film Festival 2010. Son reseñas para “especialistas”, por supuesto, pero sirven para atravesar la cortina del estigma, para acercar al público a ciertos temas y estimular el sentimentalismo del love is love. Y si en diez años hemos pasado de los festivales gays al Festival de Cine de Roma con la green card del Papa, significa que ha recorrido un largo camino. Este pedigrí también le ha permitido obtener premios en la esfera católica.
Es el mismo camino tomado un pequeño grupo de católicos favorables al mundo gay que se oponen al Magisterio de la Iglesia sobre la homosexualidad y que en los últimos años ha puesto en el centro de atención a personas como James Martin con una campaña teológica y pastoral asfixiante e insistente.
Los dos homosexuales elegidos para mostrar la absoluta bondad del Papa Francisco no salen de la nada. Son militantes conocidos y archiconocidos en este ambiente, famosos porque consideraban a su madre un concepto antropológico y libraron la batalla para poder ser considerados padres en un contexto católico.
Por lo tanto, Afineevsky, para ser recibido como Jefe de Estado más allá del río Tevere y honrado como Papa en la sala de las grandes ocasiones por el protagonista de su película, debe haber tocado las cuerdas correctas para ser acreditado y demostrar que su proyecto de documentación cinematográfica era lo que el Papa Francisco necesitaba para presentarse como un héroe del nuevo milenio.
Y sin embargo, si se observa con atención el tráiler del documental, se pueden vislumbrar esas prosopeyas que ya hemos visto en acción: mucha retórica, mucho ambientalismo, mundialismo, buenismo, pauperismo. En resumen, todo lo que ya estaba en la agenda globalista y ningún espacio para ese Cristo en quien -si su vicario en la tierra hubiera querido contarlo- uno debería humildemente inspirarse.
Todo ha sido preparado, que nadie se sorprenda.
Es el 17 de abril de 2018 y en los estudios de Tv2000, la televisión de los obispos italianos, el presentador del programa Diario del Papa Francisco presenta a Afineevsky al público: “He aquí un director candidato al Oscar que nos cuenta su proyecto sobre el Papa Francisco”, explica Gennaro Ferrara. “Volverá cuando el documental esté listo”. Dicho y hecho.
El pasado 16 de octubre, Afineevsky estaba en Roma para presentar su trabajo y explicarlo a la audiencia: “El Papa Francisco es una brújula moral, nos enseña la coexistencia para unir a la gente, es la esperanza para la humanidad (que evidentemente no es Cristo) y la película (¡qué humildad!) es una esperanza para la humanidad”.
¿Por qué? Es simple. Ésta es la idea del director del mundo inmerso en el pecado: “Estábamos hablando del pecado, pero el pecado es creado por la humanidad, y por lo que a mí respecta yo he reunido varias cosas creadas por la humanidad: Siria, los refugiados, el cambio climático, los abusos sexuales, los conflictos, las guerras, el tema de dar más fuerza a la mujer. He intentado reunir todos los elementos del pecado humano dando una visión del Papa, de su ser un “navegante” y una esperanza”.
Palabras que parecen mostrar una idea del Papa como una superstar: “No –dice-, es una persona sencilla, es un padre, un maestro, es humilde, es activo”.
El docufilm se desarrolla siguiendo las líneas del líder que conduce al pueblo al magnífico y progresivo destino de una humanidad herida por el pecado, pero vista sólo en clave eco-climática y mundialista. Un pecado que es visto no como una ofensa a Dios, sino como una ofensa genérica a una naturaleza totalizadora. En el medio está el pasaje sobre los homosexuales, que son el rasgo de unión y son el verdadero objetivo de la operación “Francisco”.
Una operación bien pensada que comenzó hace tiempo y que sería ridículo etiquetar como un bache en el camino o incluso como un “truco” para engañar al Papa. Con tal presentación es francamente dudoso que Bergoglio, que también es conocido por ser un Papa que toma sus propias decisiones, se deje engañar por estas operaciones sin saber en lo más mínimo que detrás de ellas están precisamente esas operaciones de colonización ideológica que él mismo denunció. Pintarlo como ingenuo sería una afrenta peor que saber que era perfectamente consciente de lo que pasó.