“La presencia frente a las clínicas abortistas es necesaria para la libertad de todos”
“En el Reino Unido la libertad de expresión está en peligro, pero haber sido acusada ante los tribunales ha sido una oportunidad para dar testimonio de mi fe, gracias también a las oraciones de tantas personas que me han apoyado”. Livia Tossici Bolt, la científica italo-británica condenada por su presencia cerca de una clínica abortista habla con la Brújula Cotidiana.

“En Gran Bretaña el problema de la libertad de expresión es tan grave que la gente tiene miedo de hablar por temor a ser acusada de delitos de odio y denunciada a la policía”. Así de contundente se muestra para la Brújula Cotidiana Livia Tossici Bolt, la científica italo-británica condenada el pasado 4 de abril por el Tribunal de Poole por negarse a abandonar la zona de seguridad alrededor de una clínica abortiva en Bournemouth, donde sostenía un cartel en el que, sin mencionar el aborto, se declaraba dispuesta a hablar con cualquiera que lo necesitara: el juez ha decidido imponerle dos años de libertad condicional y el pago de 20.000 libras en concepto de gastos legales.
Los hechos denunciados se remontan a 2023, pero su caso ha tenido repercusión internacional porque la sentencia se dictó poco después del famoso discurso del vicepresidente estadounidense J. D. Vance en la Conferencia de Múnich sobre Seguridad, en la que denunció la violación de la libertad de expresión en Inglaterra y Escocia. Vance citó expresamente los casos de los provida condenados por rezar cerca de las clínicas abortivas.
Lejos de la imagen agresiva con la que los activistas provida son retratados por el lobby abortista, Livia Tossici Bolt habla con franqueza y amabilidad de su experiencia, riéndose a menudo de las incongruencias a las que se ha enfrentado en los tribunales, pero también de la solidaridad que siente por las verdaderas víctimas del aborto: las mujeres embarazadas vulnerables que se enfrentan a una decisión que puede cambiar sus vidas.
Han pasado casi dos meses desde que fue declarada culpable de violar una “zona de seguridad” en Bournemouth. ¿Qué es lo que más le ha impactado del juicio?
Ha sido una experiencia positiva porque ha demostrado que la libertad de expresión está realmente en peligro en el Reino Unido. Me ha dado la oportunidad de hablar de mi fe y de la solidaridad que siento por todas las mujeres que deciden abortar. Estoy segura de que esto ha sido posible gracias a las oraciones hechas por mí antes y durante el juicio. Durante todo el proceso he llevado en la mano un pequeño Sagrado Corazón de madera hecho en Jerusalén que me regaló un amigo y que tenía grabado “10 años de oraciones”.
¿Le ha ayudado hablar de su fe ante el tribunal?
Sí, porque ha mostrado al juez mi carácter. Me han hecho muchas preguntas sobre mis actividades pasadas como coordinadora de la sección de Bournemouth de 40 Days for Life. He hablado de la influencia que mi fe cristiana tiene en mi amor por la vida y las obras de caridad. Llevaba un rosario al cuello, así que se lo he enseñado al tribunal y les he explicado cómo lo uso para rezar. Me han preguntado qué me había impulsado a estar cerca de la clínica y cuánto tiempo pensaba quedarme. Mi respuesta ha sido: “La inspiración del Espíritu Santo”, que era la misma razón por la que había invitado a la gente a hablar, no solo a los usuarios de la clínica, tal y como argumentaba el fiscal. No olvidemos que fue justo después de la pandemia de Covid, cuando muchas personas habían sufrido la soledad debido a los confinamientos. En realidad no he sido declarada culpable de protestar contra el aborto, acoso o intimidación, que son las actividades prohibidas en la zona de seguridad.
Si lo único que hizo usted fue promover una conversación consensuada, ¿qué pretexto se ha buscado para justificar la condena?
El juez dijo que mi excusa para no abandonar la zona de seguridad cuando me lo pidió la policía local no era “razonable”. Les respondí que soy una ciudadana que respeta la Ley y que habría abandonado la zona si los agentes me explicaban por qué llevar un cartel con la inscripción “Escucho si queréis hablar” se consideraba un delito. Sin embargo, el juez ha señalado que, como líder de 40 Days for Life en Bournemouth y habiendo dirigido en el pasado vigilias de oración frente a la misma clínica, soy una figura pro-vida muy conocida en la zona. Por lo tanto, los agentes, que habían respondido a una denuncia sobre mi presencia en la zona, estaban justificados al considerar que mi presencia podía causar daño a los usuarios de la clínica. Curiosamente, las grabaciones de las cámaras que llevaban los agentes y que se han utilizado en el juicio contra mí estaban dañadas, por lo que solo se mostraron dos breves vídeos en los que me negaba a moverme, pero no nuestra conversación en la que discutíamos los actos prohibidos en la zona y que yo no había cometido.
En Gran Bretaña parece que una conversación consensuada es legítima en esta zona a menos que uno sea partidario del movimiento pro-vida. O al menos hasta que alguien conozca tus convicciones…
Es curioso que lo digas (Livia ríe). Paradójicamente, el hombre que llamó a la policía para quejarse de mí salió de la clínica para hablar conmigo. Al parecer, no me encontraba tan intimidante. Pensaba que estaba allí para intentar convencer a las mujeres embarazadas de que no abortaran. Y como es proaborto, se olvidó de que las restricciones de la zona de seguridad también se aplican a cualquiera que actúe para expresar su aprobación del aborto. Empezó a preguntarme mi opinión al respecto. Le señalé el cartel de la zona de seguridad que había cerca de nosotros y le dije que, si quería hablarme del aborto, teníamos que salir del perímetro de 150 metros. Él aceptó y salimos juntos de la zona de seguridad para poder hablar sobre el aborto como ciudadanos libres. Como científica que soy, le expliqué los aspectos del desarrollo humano y las consecuencias del aborto. Pero, como todos cuando se quedan sin argumentos, me respondió: “Está bien, estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo”, y se marchó.
Este doble rasero ha sido denunciado por el vicepresidente estadounidense J.D. Vance en Múnich, cuando expresó su temor a que “la libertad de expresión esté en declive” en el Reino Unido. Luego, pocos días antes de su juicio, un representante del Departamento de Estado estadounidense se reunió con usted y otras cuatro personas (todas en el punto de mira de las autoridades por violar las zonas de seguridad) para discutir sus casos. ¿Ha ayudado esto a su lucha por la libertad de expresión?
Diría que sí, porque estoy muy comprometida. No solo nos ha ayudado el vicepresidente Vance cuando ha llamado la atención de la opinión pública sobre todos nuestros casos con el mensaje “no hay libre comercio sin libertad de expresión”, sino que la Providencia también está trabajando para mantener vivo el debate sobre el tema. Cada vez son más las personas que se ofrecen a ayudar. Un ejemplo es la conferencia “Nuestras iglesias y los derechos humanos”, celebrada en Bournemouth el 17 de mayo y organizada por Christian Action Dorset. El objetivo era sensibilizar a las iglesias de todas las confesiones sobre la violación de los derechos humanos en Gran Bretaña, y la iniciativa ha tenido mucho éxito. En septiembre habrá otro evento, el 6 de septiembre, con March for Life UK, y sigo recibiendo solicitudes de entrevistas y testimonios. Irónicamente, la gente está interesada en mi caso, pero tiene miedo de hablar sobre el aborto.
¿De qué tienen miedo?
Tienen miedo de ser acusados de delitos de odio y de meterse en problemas. El miedo era evidente cuando invitamos a las iglesias locales a la conferencia de Bournemouth. Muchas personas estaban encantadas de hablar en privado, pero decían que tenían miedo de hablar públicamente sobre el aborto y los derechos humanos. El hecho es que en el Reino Unido una de cada tres mujeres ha abortado antes de los 45 años. Cada año mueren en Gran Bretaña 250.000 niños a causa del aborto y el número sigue aumentando. Gracias al último gobierno conservador, las mujeres pueden ahora obtener la píldora abortiva por correo sin tener que acudir a un médico. Se han registrado casos de hombres que administran la píldora abortiva en las bebidas de mujeres embarazadas sin su conocimiento. Por lo tanto, es fundamental que se debata públicamente este tema. La gente quiere hablar, pero no se siente libre para hacerlo.
¿Este miedo está relacionado con el poder político y cultural que la industria y el lobby del aborto han adquirido en el Reino Unido?
Sí, estoy convencida. La industria del aborto ha distorsionado el significado de las palabras. Es como la neolengua de Orwell en 1984. Todos sabemos lo que es un aborto y, sin embargo, se le llama “asistencia sanitaria”. Con la introducción de las zonas de seguridad, los actos de caridad se definen como acoso, rezar en silencio se define como protesta y, en mi caso, ofrecer una conversación consensuada es intimidación y conlleva acusaciones de violación de la ley. El lobby abortista ha creado esta imagen ficticia de los defensores de la vida que se acercan a las clínicas abortivas gritando y acosando a las mujeres embarazadas.
Algunos periódicos han informado de que los defensores de la vida han acosado a las mujeres que acudían a la clínica de Bournemouth...
Eso es falso. En Bournemouth no ha habido ni una sola condena, ni una sola denuncia a la policía.
Es curioso que todas las personas acusadas de violar una zona de seguridad sean católicas. ¿Hay algo en la fe católica que inspire un testimonio valiente?
Nosotros seguimos el mensaje de Jesucristo según el cual cada persona tiene dignidad, es única, preciosa, amada y conserva esa dignidad hasta el final. Quizás este mensaje no está tan claro en otras confesiones cristianas. Hablando con otros fieles me han dicho que es justo ofrecer ayuda, pero que están a favor del derecho a elegir. Esto significa que consideran más importante otro derecho. En algunas confesiones, los líderes han perdido de vista el valor de la vida. En la Iglesia anglicana hay incluso personas que sostienen que, en algunos casos, el aborto es aceptable.
¿Cree que la situación puede mejorar?
Estoy segura de que en el futuro habrá un cambio a mejor. El mero hecho de que me hayan condenado ya es una victoria. Ha demostrado a la sociedad que “el enemigo está dentro”, como afirmó el vicepresidente Vance. Si no reaccionamos, nuestra democracia se derrumbará. Todos pagaremos las consecuencias. Por eso voy a recurrir mi condena.