Santa Bernardita por Ermes Dovico
MOSAICOS PERDIDOS

Kornoukhov: mi obra destruida para dar paso a Rupnik

El mosaiquista ruso habla con La Nuova Bussola Quotidiana - Brújula Cotidiana sobre la destrucción de sus obras en la capilla Redemptoris Mater y señala con el dedo al exjesuita que inició desde allí su imparable carrera. Hablamos hoy de la sospecha de un “golpe artístico” en el origen de un mito intocable a pesar de los escándalos.

Ecclesia 15_04_2025 Italiano English

“Me enteré de que los mosaicos de la bóveda y de las paredes laterales habían sido destruidos al cabo de unos meses. Se destruyeron con el pretexto de que las teselas se estaban cayendo, pero es algo absolutamente imposible sin forzarlas. Todavía tengo la seria sospecha de que Rupnik inventó esta ‘acusación’ para poder sustituirme como mosaiquista en el proyecto”: el que habla así con la Brújula Cotidiana es el mosaiquista ruso Alexander Kornoukhov. La obra en cuestión son los mosaicos de la capilla Redemptoris Mater, en el Palacio Apostólico del Vaticano, a la que está vinculado el nombre y el mito del ex jesuita esloveno que, junto con algunos colaboradores, trabajó allí a finales de los noventa. Actualmente, de Kornoukhov solo queda visible la Jerusalén celestial en la pared del altar (amputado en la parte superior, como muestran las fotos de abajo), aunque el maestro ruso nos confirma que realizó mucho más antes de ser despedido. En su conjunto, su trabajo incluía “la pared occidental, la bóveda, algunas figuras de santos, la Anunciación y la escena del sueño de Jacob, las paredes laterales (norte y sur)”.

En su página de Facebook, Kornoukhov ha publicado una Anunciación (publicación del 7 de abril de 2023), con la leyenda: “The Annunciation - Vatican (destroyed)”. Destruida. Pero volvamos al principio de las obras. La remodelación de la antigua capilla Matilde (rebautizada como Redemptoris Mater con motivo del año mariano 1987-1988) fue el regalo del colegio sagrado por los cincuenta años de sacerdocio de san Juan Pablo II en 1996. En esta ocasión, el Pontífice quiso convertirlo en un lugar simbólico de la unidad con el Oriente cristiano que encarnara visualmente el tema de las “dos almas” de la Iglesia, tan querido por él. El proyecto completo, bajo la supervisión del jesuita Tomáš Špidlík (posteriormente cardenal) y del Centro Aletti, fue confiado a Alexander Kornoukhov, fiel a la tradición bizantina. “Špidlík me propuso crear los mosaicos de la capilla después de ver las imágenes de los mosaicos que había realizado en la Iglesia de la Transfiguración en Moscú”, cuenta Kornoukhov. ¿Y era el único artista involucrado? “Se me confió todo el proyecto de los mosaicos de la capilla”. ¿Y cuál era en aquel momento su colaboración con el Centro Aletti? “Era huésped en el Centro Aletti y allí hacía las pruebas de mosaico (los fragmentos con los retratos de los santos)”. ¿Y con Rupnik? “Conocía a Rupnik desde el principio como coordinador del proyecto: él estaba en contacto con la administración vaticana. Pero nunca he colaborado artísticamente con él”. ¿Y ni siquiera entonces sospechó del escándalo que ha acabado con Rupnik? “No, fue un descubrimiento inesperado para mí”.

Kornoukhov también es uno de los que quieren saber la verdad sobre Rupnik, pero en su caso en cuanto a los mosaicos perdidos y reemplazados por los del ex jesuita, cuyo imparable renombre nació precisamente de ese primer y prestigioso encargo. Federica Tourn (Rupnik, el Vaticano y el artista ruso: el embrollo de la “nueva Sixtina”) repasa el asunto y la consecuente disputa, recogiendo las versiones de ambas partes. Para el Centro Aletti, esos mosaicos no se mantenían debido al adhesivo inadecuado y las teselas se habrían caído. Para Kornoukhov, en cambio, la eliminación habría sido intencionada y precisamente con el fin de Rupnik las sustituyese. A su vez, la Tourn se pregunta: “Si el Centro Aletti debía proporcionar supervisión y asistencia al artista ruso, ¿por qué no resolvió el posible problema del adhesivo?”. Suponiendo que las teselas se hubieran soltado y que los mosaicos tuvieran que rehacerse desde cero, ¿no habría sido mejor encargar al mismo Kornoukhov que volviera a hacer el trabajo en lugar de sustituirlo por otro artista que nunca había realizado mosaicos?

En aquel entonces, Rupnik era pintor, no mosaiquista, pero según una narración un tanto eufórica, lo llegó a ser en virtud del “cuarto voto” que obliga a los jesuitas a una obediencia especial al Papa: “Esta capilla es fruto de esta obediencia especial, porque el padre Rupnik no hacía mosaicos antes, era pintor. Sin embargo, si el Papa te pide un mosaico, ¿qué haces? Haces un mosaico”, cuenta en broma Nataša Govekar, del Centro Aletti, en un vídeo de presentación de la capilla Redemptoris Mater. E inmediatamente después, con la Jerusalén celestial a sus espaldas, menciona “un artista ruso que trabajó allí un año antes... Un artista ruso más fiel, digamos, a un estilo tradicional”. Pero sin nombrarlo, como si fuera alguien de paso.

Del “paso” de Kornoukhov, además de la superviviente Jerusalén celestial, queda rastro en su sitio web (aquí y aquí), cuyas imágenes son extremadamente valiosas porque permiten ver cómo habría sido, de hecho, cómo era la Redemptoris Mater antes de ser remodelada a imagen de Rupnik, que también “reinventó” la inspiración original de la capilla: “Creo que el arte de Rupnik está lejos de la tradición bizantina y es un ejemplo de posmodernismo, sin ningún vínculo con la arquitectura”, comenta Kornoukhov. De hecho, la diferencia de estilo es evidente, no solo comparando la Jerusalén celestial de Kornoukhov con las otras paredes, sino también comparando el antes y el después (en las dos fotos de abajo). El Cristo representado en el centro del techo representa quizás el cambio más radical entre la versión del artista ruso y la del Centro Aletti (ambas aparecen una al lado de la otra en la foto de arriba, al principio del artículo). El hecho es que en la capilla Redemptoris Mater tuvo lugar el “bautismo” de Rupnik como mosaiquista y de su arte como puente con Oriente. Un mito tan arraigado que, incluso ante cuestiones mucho más graves que un (probable) problema técnico, la sola idea de retirar o cubrir alguna obra del ex jesuita presente en iglesias de medio mundo suscita un polvorín de polémicas y mil precauciones que, en cambio, no se adoptan para los mosaicos de Alexander Kornoukhov.