Indudable credibilidad histórica
Llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. (Mt 28, 8)
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. (Mt 28, 8-15)
El primer anuncio de la resurrección es realizado por mujeres cuyo testimonio, en aquel tiempo, tenía poco valor. Si los evangelios no fueran narraciones históricas y verdaderas, sino inventadas, seguramente el autor no habría encomendado nunca un anuncio tan importante a unas cuantas mujeres, porque habría encontrado no pocas burlas e incomprensiones. Esto demuestra, una vez más, que los evangelistas no inventaron, sino que simplemente describieron los eventos como se desarrollaron de verdad, incluso con el riesgo de no ser creídos. Nosotros, hoy, creemos en el evangelio porque lo hemos experimentados como verdadero en nuestra vida, pero también por su indudable credibilidad histórica.