¿Hipocresía? ¡No, gracias!
Vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido. (Lc 11,52)
«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán”; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!». Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca. (Lc 11,47-54)
No bastan los actos de devoción como construir tumbas a los profetas, o seguir el ejemplo de los santos que nos han precedido, sino se tiene una verdadera fe ante Dios. Limitar la fe solo a oraciones y gestos exteriores se convierte en una condena porque no permite que nosotros -ni a los demás que pudieran seguir nuestro ejemplo-, entremos en el Reino de los Cielos. La hipocresía anestesia la conciencia porque hace que creamos que estamos en paz con Dios por el hecho de realizar actos de devoción que están vacíos. Pidamos al Señor que nos ayude, a nosotros y a quienes nos han sido confiados, a entrar en el Reino de los Cielos sin caer en la hipocresía.