San León Magno por Ermes Dovico
CALUMNIAS

Fosas comunes en Canadá: otro bulo anticatólico al descubierto

No hay restos humanos, sólo una gran mentira para desacreditar a la Iglesia: éste es el único “descubrimiento” real tres años después de la campaña de difamación, que ha incluido iglesias destrozadas y un mea culpa papal.

Internacional 15_05_2024 Italiano English
Foto AP via LaPresse

El descubrimiento de “fosas comunes” de niños indígenas canadienses en la primavera de 2021 fue una gran mentira para desacreditar a la Iglesia Católica. Tres años después de la denuncia, las fosas comunes aún no se han encontrado. Sin embargo, 85 iglesias han sufrido incendios y diversos actos de vandalismo por culpa de ella.

A pesar de que los rumores contra la Iglesia católica ya habían sido desmentidos en años anteriores, hace tres años estalló en Canadá una increíble y escandalosa narración que confirmaba todos los prejuicios “clásicos” de los círculos liberales, socialistas y ateos contra los cristianos y, en particular, contra los sacerdotes católicos y sus obras de caridad: no eran los comunistas quienes se comían a los niños, eran los sacerdotes y las monjas quienes los dejaban morir de hambre, penurias y enfermedades. Se suponía que se había desenterrado una fosa común con restos de niños indígenas en los terrenos de lo que había sido un internado del gobierno estatal gestionado por la Iglesia católica.

Ahora resulta que todo el asunto no era más que una moderna mentira que ha acabado, hasta la fecha, con al menos 85 iglesias católicas de Canadá vandalizadas, profanadas o destruidas por incendios provocados. No cabe la menor duda de que una campaña tan deshonrosa y denigrante -apoyada desde el principio por el Papa Francisco y una parte del clero canadiense- está provocando un nuevo descenso de los creyentes y practicantes católicos y cristianos en el país, que ya ha disminuido en casi 2 millones en los últimos diez años, según el censo canadiense del pasado octubre, pasando de 12,8 a 10,9 millones en 2021.

Los líderes políticos, encabezados por el actual primer ministro Justin Trudeau, habían justificado la destrucción de los lugares de culto católicos y cristianos en julio de 2021, afirmando que, aunque estaban equivocados, el enfado era absolutamente “comprensible dada la vergonzosa historia de la que todos somos cada vez más conscientes”. Pues bien, hasta la fecha no se ha recuperado ningún resto humano del lugar de la supuesta fosa común, a pesar de los casi ocho millones de dólares gastados por el gobierno federal en su búsqueda, y de las subvenciones multimillonarias concedidas a los pueblos indígenas por la supuesta violencia sufrida por sus hijos.

La mera existencia histórica de estos antiguos internados, que funcionaron entre 1860 y 1990, sigue siendo motivo de indignación entre los canadienses liberales, porque en ellos la gente se convertía en buenos cristianos y buenos ciudadanos. El sistema de internados, como se le llamaba, a menudo separaba a los niños indígenas canadienses de sus familias y comunidades, obligándoles a asistir a escuelas públicas insuficientemente financiadas, cuyo propósito era “asimilar y aculturar” a los indígenas canadienses en la sociedad canadiense occidental y europea.

Los sacerdotes y monjas católicos que dirigían el “internado indio de Kamloops”, en la Columbia Británica, arrojaron supuestamente los cadáveres de cientos de escolares muertos en fosas comunes en el patio del colegio, todo ello según la versión difundida al gran público. Importantes medios de comunicación como la CNN, NPR y la Canadian Broadcasting Corporation habían publicado y promovido sin verificación alguna la historia en los términos más escandalosos y deshonrosos posibles. La CNN lo calificó como un descubrimiento “impensable”, el New York Times como “una historia espeluznante”, mientras que para el Washington Post era la confirmación del horror de los malos tratos infligidos por Canadá a los pueblos indígenas y de las conversiones forzadas al catolicismo. El Primer Ministro Justin Trudeau había ordenado arriar las banderas a media asta y pidió al Papa Francisco que viajara a Canadá para pedir perdón, cosa que el Pontífice hizo en 2022, disculpándose por el vergonzoso trato y pidiendo a la Iglesia canadiense una profunda humillación por las inaceptables prácticas del pasado.

La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos declaró que se trataba de “una violación de los derechos humanos a escala masiva” y los líderes tribales canadienses acusaron a sacerdotes y monjas de compararles con nazis por llevar a cabo un intento de genocidio. Este combustible de mentiras y admisiones de culpas nunca cometidas alimentó la quema y el vandalismo de iglesias por todo Canadá, la mayoría católicas y algunas con más de un siglo de antigüedad, arrasadas como represalia.

Pues bien, en casi todos los casos no se trataba de fosas comunes, sino de tumbas individuales en cementerios donde también estaban enterrados sacerdotes y monjas, tumbas sin nombre y cruces de madera podridas porque el Gobierno se negó a pagar las lápidas. Todo ya conocido gracias a un informe publicado en 2015 por la “Comisión de la Verdad y la Reconciliación”. Así que no hubo encubrimiento, ni abusos, ni fosas comunes, a pesar de los millones de dólares gastados. El rumor venenoso, que forma parte del proyecto de demolición de la historia y la civilización cristianas occidentales, ha servido de nuevo para desacreditar a la Iglesia católica y a sus sacerdotes, destruir iglesias y provocar un pánico moral generalizado. Cui prodest? Llamad a Ottawa y a la Ciudad del Vaticano para informaros.



ACUSACIONES CONTRA LA IGLESIA

Lo que (no) sabemos sobre los internados canadienses

El debate sobre el papel de la Iglesia en la integración forzosa de los pueblos autóctonos se ha reavivado con el anuncio del descubrimiento de enterramientos que, sin embargo, sólo son “probables”: para confirmar las hipótesis y las acusaciones hay que excavar (en la tierra y en los archivos). Admitir la culpa no significa evitar las preguntas sobre la propia responsabilidad, sino también la de los demás. El Gobierno canadiense se manifiesta contra la Iglesia, olvidando que hasta ayer Trudeau estaba en litigio con los nativos