Santos mártires mexicanos por Ermes Dovico

FRAGMENTO DEL EVANGELIO

El único Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre

“Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

Evangelio según San Lucas 2,1-14.

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo.
Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

 

Emmanuel, "Dios con nosotros". Jesús, "Dios salva". En el significado de estos nombres ya está trazado el destino del Niño que cumplirá la promesa hecha por el Señor a Su pueblo y, a través de éste, a toda la humanidad a la que pertenece el Hijo. Esta pertenencia se extiende a todos los aspectos positivos pero, sobre todo, a los límites, sufrimientos y pruebas diarias de los seres humanos, excepto el pecado. La tarea del cristiano, por tanto, ya está definida: con la conversión -que tiene que ser confirmada y renovada a lo largo de su vida terrena-, tendrá que intentar adaptar a Jesús toda la mentalidad actual, propia del tiempo en el que está llamado a vivir, no cediendo a la tentación contraria: no hay un Jesús de la devoción y un Jesús histórico, sino un único Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. ¡Señor, ayúdanos a convertirnos cada día a tu amado Hijo!