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EUROPA

El final de “la mayoría Ursula”: iban simplemente de farol

En las condiciones actuales, la posibilidad de tirar por tierra la reelección de von der Leyen, sin cambios en sus alineamientos, es muy alta. O Úrsula decide apoyarse en otra mayoría, o se encuentra una nueva figura dirigente que comprenda y encarne los nuevos equilibrios que han madurado a nivel continental.

Política 24_06_2024 Italiano English
Foto Imagoeconomica

Como era fácil prever por los resultados de las elecciones europeas del 8 y 9 de junio, y como habíamos anticipado ampliamente en estas páginas, el resultado de las negociaciones para el reparto de los “altos cargos” en el nuevo quinquenio de la Unión Europea, y en general la evolución de los equilibrios políticos en el seno de sus instituciones, parecen completamente imprevisibles.

Los principales exponentes de las fuerzas que componen el “sistema Úrsula” -empezando por los dirigentes que habían sufrido las derrotas más humillantes en los dos países cardinales de la UE, Scholz y Macron- se apresuraron, con las urnas aún casi abiertas, a afirmar que esa mayoría seguía en pie, y que debían proceder con la máxima celeridad a confirmar a von der Leyen en nombre de la continuidad, dejando fuera del acuerdo a todas las fuerzas de derecha y enfrentándolas a hechos consumados.

Pero el intento de forzamiento pronto resultó ser un farol fruto únicamente de la debilidad. Es evidente que, aunque la mayoría “Ursula” sigue existiendo sobre el papel, su traducción en decisiones políticas -en primer lugar, con la aprobación del candidato de la Comisión en el Pleno- es bastante complicada. En primer lugar, por las divisiones internas entre sus distintos componentes, exacerbadas por el fracaso electoral. En segundo lugar, por la fuerte diferenciación de posiciones en el grupo Popular, que ahora se ha situado más claramente a la derecha. Por último, por la importante presencia del grupo de los no adscritos, que podría jugar un papel decisivo en las votaciones de la cámara con márgenes bastante reducidos de por sí.

De hecho, ese farol duró muy poco. En la primera reunión de líderes europeos, la semana pasada, no se llegó a ningún acuerdo sobre los “altos cargos”. Al contrario, desde entonces han surgido nuevos elementos que complican la situación. En primer lugar, las relaciones entre el Partido Popular y los socialistas se han agriado: estos últimos están enfadados por la pretensión de los primeros (que han salido reforzados como grupo de mayoría relativa) de aumentar su peso en los cargos institucionales (en particular, con la petición de una “carrera de relevos” entre ellos y el PSE para el puesto de Presidente del Consejo Europeo). A continuación, el grupo Renew Europa, tras la grave derrota sufrida, ha dado nuevas muestras de debilitamiento con la salida de los 7 eurodiputados del partido checo Ano, contrario a la inmigración y a los Verdes, y ha sido superado por el Ecr, que se ha convertido en el tercer grupo en Estrasburgo con 83 escaños frente a los 74 de los Liberales. De esta manera, la a “mayoría Úrsula”, ya poco sólida de por sí, se ha reducido notablemente y cae por debajo de los 400 escaños. Por último, en la derecha hay otros movimientos atractivos y agregadores, que podrían llevar a la formación de un tercer grupo, además de Ecr e Identidad y Democracia, con la unión entre el Fidesz de Viktor Orbán, actualmente todavía entre los no afiliados, y la propia Ano; y de un cuarto dependiente de los elegidos de Alternative für Deutschland, que podría atraer al partido eslovaco de Fico, llamado de los “soberanistas”.

En esta delicada situación, la Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni -la única de los Jefes de Gobierno de los países fundadores que ha salido reforzada tras las elecciones europeas, líder indiscutible del grupo Ecr y la voz más autorizada del mundo político a la derecha del PPE- ha actuado con calma y frialdad. Ha acudido para “ver” las cartas de la “mayoría ucrista”, a la espera del resultado del debate. Y ahora, ante la manifestación de las dificultades y dudas que han surgido en esa alineación, registra la creciente toma de conciencia, en primer lugar en el PPE, de que o se abre un diálogo concreto con Ecr o el riesgo de encontrarse en una situación caótica e ingobernable está a la vuelta de la esquina.

De hecho, a finales de esta semana se espera la investidura oficial del candidato a la dirección de la Comisión por parte de la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas. Y en las condiciones actuales, la posibilidad de tirar por tierra la reelección de von der Leyen, sin cambios en sus alineamientos, es muy alta. Los encargados podrían ser los “francotiradores” pertenecientes, por un lado, al Pse y, por otro, a esa parte sustancial de los representantes del Ppe (se dice que entre el 10 y el 20%) opuesta a continuar la “gran coalición” con socialistas y liberales (peor aún si la apoya el grupo de los verdes, temidos por su extremismo “gretista”, que ahora desagrada a la mayoría de los votantes). De esta manera, impondrían el volver a comenzar las negociaciones desde posiciones mucho más débiles.

En este contexto, es comprensible que se produzcan crecientes y explícitas aperturas de crédito en la mayoría para la propia Meloni, a la que se ve cada vez más como un interlocutor esencial para formar una mayoría ampliada y sólida, así como una posible mediadora entre el PPE y los partidos de derechas y (un aspecto que no debe pasarse por alto) como una garantía para el nuevo gobierno de la UE con respecto a Estados Unidos. Tanto si Joe Biden, con quien el jefe del Gobierno italiano ha establecido una relación de confianza en los últimos años, es reconfirmado en la Casa Blanca en noviembre, como si le sucede Donald Trump, vinculado políticamente a una “red” de contactos compartidos con Meloni, que van desde Orbán al ex primer ministro polaco Mateusz Moraviecki pasando por el presidente argentino Javier Milei. Y a quien, naturalmente, no le gustaría que elementos socialistas (o peor, verdes) de la Comisión se situaran en política exterior en posiciones prochinas o anti-OTAN, como ha ocurrido en el pasado.

Las negociaciones, por supuesto, podrían tomar varios caminos ligados a la distribución de los “altos cargos” no sólo con respecto a las expectativas de los partidos y grupos, sino también a los intereses nacionales (conviene siempre recordar que la Comisión es, a pesar de todo, un organismo intergubernamental). Y podría materializarse en un nuevo mandato de von der Leyen, pero con una mayoría diferente o, por el contrario, en la aparición de una nueva figura de liderazgo que encarne el sentido de los nuevos equilibrios que han madurado a nivel continental.

Lo que es seguro es que un atrincheramiento extremo de la “gran coalición” de centro-izquierda es cada vez menos probable. Una posible ampliación de la mayoría al Ecr pilotada por Meloni no será ciertamente un pagaré por parte de este último, y tendría sin lugar a dudas un precio político importante. Además, la nueva Comisión y el nuevo Consejo tendrán necesariamente que cuestionar profundamente el enfoque seguido durante los últimos cinco años sobre los principales expedientes que son objeto de su acción. Empezando por la inmigración y la reconversión ecológica/energética, con sus fuertes repercusiones en la industria, la agricultura y el sector inmobiliario.