Dios antes de mí
El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. (Mt 12,50)
Todavía estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». (Mt 12,46-50)
No basta ser parientes de Jesús para estarle agradecidos. Lo que cuenta es someter la propia voluntad a la divina, es decir, disponerse a amar a Dios incluso cuando, en el momento, no se es capaz de entender sus diseños. Así, María no es santísima solo por ser la madre de Jesús, sino que lo es porque ha cumplido la voluntad de Dios cuando esta se le ha manifestado. Hoy, pongamos siempre a Dios antes de nuestros deseos.