Dejémoslos al viento
Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. (Mt 11,25)
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». (Mt 11,25-27)
La pobreza de espíritu, es decir, la humildad, es común a todas las bienaventuranzas. Por el contrario, los orgullosos tienden a sustituir a Dios por esa cosa engorrosa llamada "yo". Por eso Dios se manifiesta a los pequeños. Basta pensar, en el contexto de las apariciones: casi siempre se trata de personas humildes que no tienen educación ni pretensiones personales. No añaden nada propio al mensaje y a las revelaciones que reciben. Su principal preocupación no es comprender completamente, sino informar fielmente, como mensajeros, de lo que se les ha confiado. Aprendamos de ellos porque esa es la tarea del cristiano: anunciar el evangelio y dar testimonio de él con el ejemplo; dejemos nuestros pensamientos al viento.