Darse cuenta de la enfermedad
No tienen necesidad de médico los sanos. (Mt 9,12)
Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores». (Mt 9,9-13)
A Jesús le rodean principalmente quienes, reconociendo su santidad, se sienten íntimamente disgustados por el estado al cual les ha llevado el vicio y, por tanto, se dan cuenta de la nostalgia que sienten de Dios. Al contrario, los ricos en espíritu, es decir, los soberbios, no tienen sentido de culpabilidad y se sienten a la par con Dios porque piensan que han observado la Ley. Estos últimos, que Jesús clasifica como “sanos”, no podrán ser curados por Él, puesto que no se dan cuenta de estar enfermos y, por consiguiente, nunca recurrirán a Él. Esta tarde, en el examen de conciencia, analiza atentamente tu día para ver cuántas veces te has sentido “sano” con respecto a Dios, es decir, que no has necesitado su ayuda.