Confesión frecuente
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua» (Jn 1, 26).
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. (Jn 1, 19-28)
El bautismo de san Juan Bautista no puede purificar de los pecados. De hecho, no basta el deseo del hombre de elevarlos a Dios si Este, en primer lugar, no se inclina sobre él. El hombre que presume de conseguir, él solo, liberarse de sus pecados, está reduciendo a Dios en su propio beneficio, porque sólo quién desciende del Cielo puede elevarnos al subir de nuevo junto a Él. Por consiguiente, Juan niega que él es el Mesías porque es incapaz, por sí mismo, de liberar de los pecados. Confesémonos a menudo para acceder a la Gracia de Dios que purifica. Santa Catalina de Siena y san Carlos Borromeo se confesaban a diario… sigamos su ejemplo.