María Madre de la Iglesia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Compartirlo generosamente

No me retengas. (Jn 20,17)

Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». (Jn 20, 11-18)
 

Los hombres y las mujeres amados por Jesús son aquellos que tienen como objetivo de vida cumplir su voluntad. Jesús, cuando le dice a María Magdalena que no lo retenga egoístamente para sí, le está dicendo que tiene que compartirlo generosamente con todos los demás discípulos. Esta es la verdadera evangelización: no mantener las cosas de Dios (palabras, acciones y voluntad) solo para nosotros, sino compartirlas siempre con todos. Y nosotros, ¿cuánto compartimos con los demás nuestras experiencias de fe?