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DIPLOMACIA

China y el cardenal Zen: Las “extrañas” palabras del Papa

Las palabras del Papa Francisco en el vuelo de regreso de Kazajistán suenan a abandonar al cardenal Zen a su suerte con tal de salvar el diálogo con China. Pero también representan un enfoque muy político y poco religioso de la relación con China.

Ecclesia 18_09_2022 Italiano English

Las palabras pronunciadas por el Papa Francisco sobre China y el cardenal Joseph Zen en su vuelo de regreso de Kazajstán el jueves 15 de septiembre, por un lado no pueden sorprender a quienes siguen los acontecimientos de las relaciones entre la Santa Sede y China. Sin embargo, dejan un poso de tristeza cuando se piensa que el lunes 19 de septiembre el cardenal Zen será juzgado en Hong Kong y tratado como un delincuente; y también dejan mucho desconcierto por los juicios “políticos” sobre la situación en China.

Pero vayamos por orden. La pregunta planteada por Elise Allen, de Crux, era muy sencilla: dado que el Papa en Kazajistán había hablado tanto de la libertad religiosa, ¿qué pasa con la libertad religiosa en China “especialmente ahora teniendo en cuenta el proceso judicial contra el cardenal Zen? ¿Considera este juicio en su contra como una violación de la libertad religiosa?”. La respuesta comienza con un vago discurso sobre la dificultad de entender a China, de los tiempos “bíblicos” con los que se razona en China y, por tanto, de la importancia del diálogo para entender y ser entendidos. A lo que se podría objetar inmediatamente que, en primer lugar, el problema no son los chinos como pueblo, sino el régimen comunista chino, lo cual no es una diferencia menor. Y entonces, precisamente por esta dificultad para entenderlos, ¿por qué no confiar en un obispo como el cardenal Zen que, además de ser chino, conoce bien a los comunistas de Pekín? ¿Por qué no escucharlo?

Porque está claro que al Papa no le importa, y se entiende que el juicio contra Zen es sólo un “piedra en el zapato” que no quiere que ponga en cuestión el diálogo con Pekín. He aquí sus palabras: “No me atrevo a calificar a China de antidemocrática porque es un país tan complejo... sí es cierto que hay cosas que nos parecen antidemocráticas, eso es verdad. El cardenal Zen es un hombre mayor que va a juicio estos días, creo. Y él dice lo que siente, y se ve que hay limitaciones allí. Más que calificar, porque es difícil, y no me apetece calificar, son impresiones, intento apoyar el camino del diálogo”.

“Es un anciano” que “dice lo que siente”: en definitiva, parece dar a entender que el cardenal Zen es un anciano que no sabe morderse la lengua (curiosamente, la definición “es un anciano” ha desaparecido de la transcripción oficial de Vatican News, quién sabe por qué). Por supuesto, puede que no haya una libertad total, pero el problema es que Zen no quiere dialogar. En otras palabras: el obispo emérito de Hong Kong ha sido abandonado en vísperas del juicio después de que su situación ni siquiera se mencionara o fuera objeto de oración tal y como habían pedido algunos durante el último Consistorio. Se trata de una declaración grave que también tendrá repercusiones para los católicos de China, además de ser profundamente injusta para el cardenal Zen.

Pero en este punto también es bueno recordar que el diálogo con China no lo ha inventado el Papa Francisco, ni tampoco lo ha iniciado el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin. Con Juan Pablo II y el cardenal Sodano como secretario de Estado ya hubo en su momento muchos contactos y, de hecho, el Papa Francisco ha “recuperado” al que también en tiempos de Juan Pablo II dirigía las misiones diplomáticas en China, monseñor Claudio Maria Celli.

E incluso con el Papa Benedicto el diálogo continuó. A ambos les hubiera gustado ir a China. Pero con algunas diferencias importantes: la primera fue que escuchaban a los obispos chinos y a otros expertos; la segunda fue que eran muy claros en cuanto a lo que se podía conceder y en lo que la Iglesia no podía ceder en absoluto; por último, no había dudas de que los católicos que había que tomar como ejemplo eran los que sufrían persecución por su fidelidad a la Iglesia y al Papa, y no los que aceptaban servir al Partido Comunista para mantener una apariencia de culto católico. Es el totalitarismo del régimen chino el que nunca ha permitido llegar a un acuerdo, no la falta de voluntad de diálogo de la Iglesia.

Ahora, en cambio, da la impresión de que con tal de continuar con el acuerdo secreto sobre el nombramiento de obispos que se renovará en octubre, la Santa Sede ya ha concedido lo imposible y estaría dispuesta a ofrecer el resto si sólo lo quisiera el Gobierno chino. Así lo demuestra también lo que (no) ha ocurrido en Kazajistán, según informa Philip Pullella, de la agencia de noticias Reuters: y es que el presidente chino Xi Jinping estaba en la capital kazaja al mismo tiempo, la Santa Sede había expresado la voluntad del Papa de reunirse, pero el Gobierno chino declinó la oferta.

Sin embargo, hay una última cuestión que merece atención: el Papa no puede decir si hay democracia en China o no, lo que en sí mismo es una afirmación absurda. El verdadero problema es aceptar o incluso querer que la Iglesia se mueva y piense sólo a nivel horizontal, político. El principal problema de la Iglesia no puede ser en primer lugar si hay o no democracia en un país, la principal preocupación debe ser la libertad de la Iglesia, que es una garantía para la libertad de todos. Y el problema en China es precisamente la falta de libertad de la Iglesia, cada vez más sometida al control del Partido Comunista, gracias también al acuerdo secreto que quiere la Santa Sede y que está dispuesto a renovar por otros dos años. Si la relación con un Estado –en este caso China, pero válido para cualquier otro país- se impone en términos políticos, al final se sacrifica la verdad a la razón política. Y entonces puede parece sabio y prudente hacer declaraciones tan ridículas como las de la democracia en China.