San Jenaro por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

¡Ánimo, soy yo!

Le pedían tocar siquiera la orla de su manto (Mt 14,36)

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

Y después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.

Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.

Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! ».

Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua».

Él le dijo:
«Ven».

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».

Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».

En cuanto subieron a la barca amainó el viento.

Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron a todos los enfermos.

Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

(San Mateo 14,22-36)

***

Al igual que Pedro, que comienza a hundirse en el lago asustado por la fuerza del viento, también nosotros podemos sentirnos abrumados por las dificultades del presente y por la ansiedad por lo que nos espera. Si dejamos de mirar a Jesús, nos encontramos buscando afanosamente seguridades materiales que nos engañan, pero que realmente no nos sostienen. De este modo, nuestro corazón se aleja de la confianza en la voluntad de Dios y corremos el riesgo de ser arrastrados por la inquietud interior. ¿Hacia dónde diriges tu mirada cuando todo a tu alrededor se tambalea? ¿Qué te impide aferrarte completamente a Jesús?