San Esteban por Ermes Dovico
COP 26

Al Gore quiere imponernos un Gran Hermano Verde

El anuncio del ex vicepresidente estadounidense Al Gore sobre la creación de una nueva tecnología (Climate TRACE) que controlará las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta. Según Gore, este nuevo “Gran Hermano Verde” es capaz de rastrear las “identidades” de los “responsables” de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Creación 11_11_2021 Italiano English

El eco-imperialismo, con demonios y brujas entre sus adeptos, aplastará todo y a todos. Manteniendo el “espíritu” de la ocasión, la COP 26 comenzó el día de Halloween (31 de octubre) en Glasgow, Escocia. Desde entonces, miles de políticos, burócratas, periodistas y activistas intentan asustar al mundo para que tome medidas inmediatas y drásticas para controlar el “cambio climático provocado por el hombre”.

Y hay más: el pasado 4 de noviembre, el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, que siempre ha sido un empresario comprometido y promotor del dogma ecologista, dejó escapar durante una entrevista con la cadena estadounidense MSNBC, la noticia de la creación de una nueva tecnología (Climate TRACE) que controlará las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el planeta. Según Gore, este nuevo “gran hermano verde” será capaz de rastrear las “identidades” de los “responsables” de las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Obtenemos los datos de 300 satélites existentes, más de 11. 000 sensores en tierra, en el aire y en el mar, múltiples flujos de datos en Internet y el uso de la inteligencia artificial... ahora podemos determinar con precisión de dónde proceden las emisiones de gases de efecto invernadero”, ha subrayado Al Gore, que continúa así: “El año que viene vamos a llegar al nivel de cada central eléctrica, refinería, cada barco de grandes dimensiones, cada avión, cada vertedero y vamos a tener las identidades de los responsables de cada uno de esos flujos de emisiones de gases de efecto invernadero. Y si los inversores, o los gobiernos, o los activistas de la sociedad civil quieren hacerles rendir cuentas, van a tener la información en la que basar su acción para hacerles responsables”.

Estamos a unos meses de que el Gran Hermano Verde vigile, identifique y envíe pruebas para condenar al ecologismo. ¿Enciendes una hoguera en la montaña con madera encontrada en el bosque? ¿Tu vaca contamina con el amoníaco de sus propios excrementos o con el metano que emite al aire? ¡A la cárcel! Esta elección de amenazas, palabras y prioridades no reconoce la simple realidad: la escasez de energía y alimentos está empeorando para el 99% de los hombres y mujeres del planeta. La mayoría de las “soluciones” de Glasgow no sólo son la antítesis del respeto a la dignidad humana, sino también lo contrario de todo sentido común ecológico.

La propia “Agencia Internacional de la Energía ha tenido que reconocer que cualquier “transición” de los combustibles fósiles a la energía “limpia, sostenible y renovable” requerirá enormes cantidades de metales, minerales y otros materiales. Los coches eléctricos necesitan tres veces más cobre que los vehículos de gasolina; las turbinas eólicas terrestres, por ejemplo, requieren nueve veces más materiales por megavatio que las centrales de cogeneración de gas. Sin embargo, los fanáticos del clima que se reúnen en Glasgow para bloquear carreteras, asaltar edificios públicos o manifestarse en ciudades de todo el mundo para exigir medidas inmediatas y draconianas, planean sabotear oleoductos y no tienen intención de ser mineros, siderúrgicos o conducir camiones cargados de cobre-cobalto-níquel (esencial para la energía “verde”).

La conferencia climática de la ONU ignora la privación de energía, el desempleo, el bajo nivel de vida, la enfermedad rampante, la agricultura primitiva y la muerte prematura que esta tiranía climática ecoimperialista perpetuará. A los burócratas y a los extremistas del clima les importan poco las muertes fuera de su círculo ilustrado; al fin y al cabo, su decálogo incluye el mandamiento maltusiano. No es casualidad que el 1% que quiere encadenarnos a sus caprichos ecologistas no se considere obligado por las normas de comportamiento que nos quieren imponer.

Desde esta perspectiva, el papel de Greta Thunberg sólo puede entenderse teniendo en cuenta la desproporcionada cantidad de dinero que ha acumulado en pocos años: cuantas más protestas absurdas se griten en las calles contra los gobiernos, mayor será la posibilidad de que éstos decidan medidas y controles draconianos que afecten a cientos de millones de habitantes del planeta. Y todo ello sin perjudicar los intereses multimillonarios de los nuevos “amos del mundo”.