Cristo Rey por Ermes Dovico

FRAGMENTO DEL EVANGELIO

Acoger la predicación

Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. (Mc 6, 20)

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro. (Mc 6, 17-29)

También los perversos, como criaturas espirituales, han sido creados a imagen de Dios y mantendrán para siempre este sello. Gracias a dicha imagen siempre presente en ellos pueden apreciar la Verdad que las personas santas enseñan. Es este el motivo por el que Herodes escuchaba con gusto la palabra del Bautista. Puede suceder que esta escucha lleve a la conversión, como le sucede, por ejemplo, al Innominado de Los Novios [de Alessandro Manzoni] cuando encuentra a Lucía. Pero si no se convierten, es inevitable que los perversos cedan a la lógica del mal, con la que sofocan la llamada de Dios. Esto es lo que le sucede a Herodes puesto que, al condenar a san Juan Bautista, es víctima de una promesa imprudente hecha por sus tendencias lujuriosas y, sobre todo, por el temor a perder el poder. Intentemos imitar el ejemplo y la palabra de las personas santas que encontramos en nuestra vida, sobre todo cuando su palabra es difícil de aceptar.