FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Amar concretamente al prójimo

Y predicaba en las sinagogas de Judea. (Lc 4,44)

Al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella. Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían: «Tú eres el Hijo de Dios». Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos. Pero él les dijo: «Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de Judea. (Lc 4,38-44)

Jesús empezó la misión del anuncio del Evangelio con sus propios compatriotas. De esta manera pone en práctica el mandamiento de amar al prójimo, es decir, a todos los que nos rodean. A los ojos de Dios, amar concretamente al prójimo es, por tanto, más difícil pero también más meritorio que el amor hacia los que están lejos, a menudo abstractos y, por ende, más fáciles. Piensa en una persona a la que ves todos los días y que hoy puedes intentar amar más de lo que sueles hacer con gestos de atención o con buenas palabras.