Santa Zita por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Combatir la envidia

Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. (Mt 9, 34)

Estaban ellos todavía saliendo cuando le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual». En cambio, los fariseos decían: «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». (Mt 9, 32-38)


Para los enemigos de Jesús todos sus gestos son interpretados negativamente. Incluso cuando libera a los endemoniados. Antes que reconocer que Jesús es Dios, estos incluso insinúan lo contrario: es decir, que es un siervo de Satán. Quien siente envidia sabe que no está a la altura del otro y, por tanto, en lugar de esforzarse para mejorar, intenta disminuir a la persona objeto de su envidia con la mentira. El envidioso desea que el envidiado pierda lo que tiene de más que él no tiene. Por esto la envidia es un pecado capital, o sea, el origen de los otros pecados. Esforcémonos en combatir la envidia con la virtud contraria, a saber: la humildad.