San Fidel de Sigmaringa por Ermes Dovico

Santa Lutgarda

Célebre por sus dones místicos, la belga santa Lutgarda (1182-1246) fue precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santo del día 16_06_2020 Italiano English

Célebre por sus dones místicos, la belga santa Lutgarda (1182-1246) fue precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Recibió numerosas revelaciones sobre las almas del Purgatorio, a las que ofrecía muchas de sus oraciones.

Nació en Tongeren (Tongres, en francés) en una familia rica. A los 12 años ingresó en un monasterio benedictino después de que sus padres perdieran su dote en una iniciativa empresarial fallida. La bella Lutgarda amaba, por encima de todo, las cosas del mundo, como la ropa hermosa, y en los primeros tiempos en el convento no mostró gran atracción hacia la vida religiosa, a la que no se sentía llamada. Pero, hacia la edad de 17 años, un evento sobrenatural la cambió radicalmente. Mientras estaba en el locutorio se le apareció Jesús con su herida abierta en el costado, en lo que se considera la primera visión medieval del Sagrado Corazón.

Las monjas notaron su giro en la devoción, aunque algunas creían que no duraría mucho. En cambio, Lutgarda hizo la profesión solemne, mostrando la profundidad de su cambio: rezaba por los pecadores, los enfermos, la conversión de los cátaros. Meditaba sobre la Pasión de Jesús, participando con una piedad conmovedora en sus dolores, tanto que sus hermanas la vieron gotear sangre de la frente durante uno de sus éxtasis. Las visiones de la Virgen y de san Juan Evangelista, los estigmas y las levitaciones se encuentran entre las otras experiencias místicas por ella vividas, que acompañaban al amor alimentado por las almas del Purgatorio.

Santa Lutgarda informó haber visto a Inocencio III (1161-1216) envuelto en las llamas del Purgatorio, condenado a permanecer allí hasta el día del Juicio, si no se ofrecían oraciones en su sufragio. El pontífice le dijo que estaba en esa condición por tres faltas graves, de las cuales solo se informó la primera: carente de humildad, nunca había querido inclinar la cabeza durante la recitación del Credo, en el acto del recuerdo de la Encarnación de Nuestro Señor. Inocencio le dijo a Lutgarda que se había salvado del infierno por devoción a la Santísima Virgen. El difunto papa agradeció a la santa todas las oraciones y sacrificios ofrecidos por ella por su pontificado, que también tuvo importantes méritos, como la oposición a la herejía cátara y la aprobación dada oralmente a san Francisco para su nueva Orden. Cuatro siglos más tarde, san Roberto Bellarmino comentó: “Si un papa tan digno de encomio [...] se encuentra sometido a los tormentos más terribles hasta el día del Juicio, ¿qué prelado no se angustia?”.

Mientras tanto, después de haber rechazado la oferta de convertirse en priora, Lutgarda se mudó, cuando tenía unos 26 años, al monasterio cisterciense de Aywières (no lejos de Lieja), en busca de un mayor recogimiento con Dios. Ella sostenía, con ayuno y oraciones, las acciones de los primeros franciscanos y dominicos, los cuales la llamaron “madre de predicadores”.

En una visión Jesús le preguntó si deseaba alguna gracia en particular. Ella le pidió poder entender mejor el latín, para beneficiarse de toda la potencia de la Palabra de Dios y elevar su alabanza hacia Él en el coro: fue inundada con la riqueza de los Salmos, de los Profetas, del Evangelio, pero todavía tenía un sentimiento de vacío. Finalmente le pidió a Jesús si podía cambiar ese don por otro: “¿Y por qué cosa lo cambiarías?”, le respondió Cristo. “Señor, lo cambiaría con tu corazón”. Fue entonces cuando tuvo lugar el intercambio de corazones con Jesús, según una experiencia común a otros grandes santos. Vivió ciega los últimos doce años de su vida, en los que realizó curaciones y profecías. El Señor le anunció la fecha de su muerte, que tuvo lugar el 16 de junio de 1246, el día después de la fiesta de la Santísima Trinidad. Su primera biografía fue escrita menos de dos años después, por el teólogo dominico Tomás de Cantimpré (1201-1272), que fue alumno de san Alberto Magno.

Patrona de: ciegos, discapacitados, Flandes