San Galdino por Ermes Dovico
el estudio

La sociología admite que la familia no es un error

Si también la firma del The New York Times, David Brooks, piensa que la familia es una institución creada en el siglo XX y destinada al fracaso, significa que la misma está realmente en crisis. Pero la sociología admite (incluso más que la Iglesia) que la familia fundada en el matrimonio protege de la violencia, del fracaso escolar y social, e incluso de la pobreza.

El fin de la familia está cerca, de hecho, ya se está produciendo y no se dice que sea un mal. Esta es la tesis que David Brooks, un apreciado columnista del The New York Times, formuló en una completa intervención recientemente publicada en The Atlantic, titulada “La familia nuclear fue un error”.

En pocas palabras, el pensamiento de Brooks, que no se puede descartar como un fanático progresista, dado que tiene fama de ser conservador, es el siguiente: la familia nuclear, es decir, aquella que los sociólogos consideran como una comunidad reproductiva compuesta por padres e hijos, es un producto social en crisis y como tal, habiendo tenido un comienzo, en breve tendrá un final, suplantada por la “familia forjada”. Una expresión de redes de relaciones que comprende las nuevas familias extendidas, a menudo con padres solteros que viven con sus hijos y abuelos.

Ahora, el hecho de que un columnista del The New York Times formule este razonamiento, que no es el primero en pasar, nos obliga a tomarlo en serio y, mientras lo hacemos, a reconocer su único punto convincente, a saber, la crisis de la familia nuclear, azotada por los divorcios y rechazada por un declive en las bodas a la vista de todos. Aparte de eso, sin embargo, la tesis de Brooks tiene agujeros por todas las partes. Entre los numerosos puntos débiles, los principales son tres.

El primero se refiere a la génesis de la propia familia nuclear. De hecho, por un lado, en los Estados Unidos y más allá, se puede reconocer que el auge de la familia nuclear se produjo a principios del siglo XX, como dice Brooks; por el otro, vale la pena recordar que es todo menos un producto social reciente. De hecho, según Peter Laslett, un famoso historiador de Cambridge, tenemos evidencia de la “existencia generalizada” de la familia nuclear ya en las sociedades premodernas, como se indica en su libro Household and Family in Past Times ​​(Cambridge University Press, 1972). Entonces Brooks está equivocado desde las premisas de su razonamiento.

Un segundo error consiste luego en imaginar que la mortal desintegración de la familia nuclear, fundada en el matrimonio, podría ir acompañada de un redescubrimiento de la familia alargada. De hecho, esto no está claro qué tan cierto es en los Estados Unidos, pero ciertamente no es así en el mundo occidental en general, como lo demuestra la propagación, también en Italia, de la llamada "familia unipersonal” -un oxímoron para indicar a quien vive solo-, como solo un efecto de la crisis de la familia propiamente dicha. Por lo tanto, no es la transformación sino la ausencia de la familia, el verdadero dato de hoy.

El tercer, y quizás el más grave, error de Brooks, se refiere a que no haya captado un aspecto fundamental, es decir que la familia nuclear sigue siendo indispensable y constituye un patrimonio inigualable. Lo ha evidenciado bien, en respuesta al editorialista del The New York Times, el sociólogo W. Bradford Wilcox de la Universidad de Virginia, según el cual la familia no está desapareciendo en absoluto, dado que en los Estados Unidos la tasa de divorcios es bastante en declino respecto a los años ochenta y el porcentaje de recién nacidos en familias intactas ha comenzado a aumentar desde el 2014, revirtiendo lo que era una tendencia decenal en la dirección opuesta.

Además, Wilcox recuerda que la mayoría de los núcleos multigeneracionales - abuelos, padres e hijos - hoy en día incluyen solo una figura parental, lo cual no es bueno para los niños. Sara McLanahan de la Universidad de Princeton y Gary Sandefur de la Universidad de Wisconsin, han observado que, por ejemplo, con respecto al abandono escolar prematuro, los niños con abuela y madre y aquellos con sólo madre soltera tienen las mismas tasas desalentadoras. Por el contrario, la familia nuclear continúa revelándose como una garantía tanto para los niños como para la sociedad en general, que encuentra en ella un verdadero pilar.

Un pilar, fíjese, tanto económico (la estabilidad matrimonial es un antídoto contra el empobrecimiento), como en términos de seguridad. Lo descubrió el eminente sociólogo de Harvard Robert J. Sampson, según el cual no solo los vecindarios donde viven muchas familias con dos padres resultan más seguros, sino que -para decirlo con sus propias palabras- “la estructura familiar es una de los más fuertes predictores, si no el más fuerte, de las variaciones de la violencia urbana en las ciudades de los Estados Unidos”.

Para concluir, dado que el espacio es un tirano, sólo podemos constatar como hoy es insospechada la sociología -incluso con más firmeza de cierto mundo católico-, a ponernos delante a un dato de la realidad: la familia fundada en el matrimonio no es un bien religioso o, incluso menos, un bien solamente individual, para los cónyuges o para los hijos. Es un patrimonio común, que como tal debe ser valorada y que no tiene ni tendrá sustitutos, digan lo que digan las plumas del The New York Times.