Santa Inés de Montepulciano por Ermes Dovico
40 AÑOS DESPUÉS DE SU MUERTE

El cardenal torturado por regímenes y contrario a los compromisos del Vaticano

El cardenal húngaro Jozsef Mindszenty, ahora venerable, se opuso al régimen nazi, por lo que fue capturado, desnudado y golpeado. Luego fue liberado por los soldados insurgentes en Budapest, pero tuvo que refugiarse en la embajada estadounidense porque también era hostil al comunismo. Cuando el Vaticano comenzó a negociar con el régimen, como ocurre hoy en China, el Primado se opuso.

Ecclesia 04_09_2020 Italiano English

A cuarenta y cinco años de su muerte, la figura-símbolo de la insurrección anticomunista húngara de 1956, el cardenal Jozsef Mindszenty (en la foto, a la izquierda), Primado de Hungría, todavía puede enseñar algo.

Nacido en 1892, en realidad tenía un apellido alemán, Pehm. Hijo de un agricultor directo, fue sacerdote en 1915 y profesor en la escuela secundaria de Zalaegereszeg. Cuando el Imperio Habsburgo colapsó en 1918, fue arrestado por el gobierno revolucionario de Károly y luego expulsado por el siguiente, comunista, de Béla Kun. Cuando éste cayó, pudo regresar. Se opuso desde el inicio a la alianza con la Alemania nazi, hasta el punto de cambiar su apellido por su lugar de nacimiento, Csehimindszent. En 1944 los alemanes ocuparon Hungría y Mindszenty, se convirtió en obispo de Veszprém, y en este rol salvó a muchos judíos. A finales del año los soviéticos entraron en el país saqueando y violando (el obispo de Györ, Apor, fue asesinado mientras intentaba defender a las mujeres que se habían refugiado en su edificio).

Mindszenty protestó ante el gobierno y fue encarcelado. Pudo salir cuando los guardias huyeron frente a los soviéticos. En 1945 los comunistas tomaron el poder y expulsaron al nuncio apostólico. El mismo año murió el Primado y el Papa Pío XII nombró a Mindszenty en su lugar, aunque era el más joven de los obispos húngaros. Las cárceles y los campos de concentración se llenaron de disidentes, los comunistas bloquearon la ayuda estadounidense a la población hambrienta, las escuelas católicas fueron nacionalizadas, la censura cayó sobre la prensa.

El cardenal, en respuesta, encabezó una peregrinación de cien mil personas hasta el santuario de Máriaremete y en 1947 anunció un Año Mariano en el que participaron cinco millones. Los comunistas empezaron a perturbar sus Misas y calumniarlo en la prensa. Mientras tanto, crearon el grupo colaboracionista de “Sacerdotes por la Paz”. En 1948, para intimidar al cardenal, arrestaron a su secretario, Zakar, reduciéndolo a la demencia a fuerza de tortura. Luego también detuvieron Mindszenty y lo encerraron en el edificio que había sido la sede de la Gestapo. Aquí lo desnudaron y lo vistieron de payaso, luego lo golpearon con bastones. Todas las noches lo despertaban y trataban de hacerle firmar una confesión; si se negaba, más golpes. Así durante un mes y medio. Al final, física y mentalmente destruido, firmó una confesión falsa (pero junto a ella agregó “c.f.”, es decir “coactus feci”, lo hago obligado).

En el juicio-falso de 1949 se dio un gran revuelo. Para no convertirlo en mártir, lo condenaron a cadena perpetua. Cuando la anciana madre vio que había perdido la mitad de su peso, protestó, pero solo logró que lo trasladaran a una prisión más dura. Ocho años así, hasta la insurrección de 1956. En esa ocasión, el gobierno le pidió que se esforzara para parar las protestas, pero él se negó. Los soldados insurgentes lo liberaron y lo llevaron triunfalmente a Budapest. Descubrió que todos los puestos clave del clero habían sido ocupados por “sacerdotes por la paz”. El primer ministro suplente, Tildy, le pidió que mediara y él le sugirió no confiar en los comunistas, sino recurrir a la ONU.

El 3 de noviembre, el cardenal habló en la radio a los húngaros, pero a medianoche el Ejército Rojo invadió el país. Siguió la represión, que dejó 30.000 víctimas y cientos de miles de prófugos. Mindszenty se refugió en la embajada estadounidense, donde el presidente Eisenhower le ofreció asilo político. Ya no podía salir, ni siquiera para el funeral de su madre: la policía secreta estaba estacionada permanentemente frente a la embajada. En 1958 murió Pío XII. El nuevo Papa, Juan XXIII, inició negociaciones que fueron concluidas por Pablo VI. La ostpolitik del Vaticano se conformó con llenar las diócesis vacantes con “sacerdotes por la paz” (más o menos como hoy en China).

Pero el cardenal irreductible se interpuso en el camino de la “distensión”, exigiendo una pública rehabilitación. En 1971 fue “indultado” y pudo llegar a Roma, donde el Papa le pidió que renunciara como Primado. Le tomó tres años capitular, luego accedió a hacerse a un lado y se dispuso a viajar para ayudar a los húngaros de la diáspora. Murió en Viena en 1975 y fue enterrado en el santuario austríaco de Mariazell, cuyo icono es también la patrona de Hungría. Sus restos regresaron al país recién en 1991. Fue interpretando la figura, en 1955, que Alec Guinness se convirtió al catolicismo. La película, “El prisionero”, fue rechazada en Cannes y Venecia.